Gabriela Isabel Rueda, al recibir el Chibcha de Oro, el trofeo que la distinguió como la Deportista del Año ACORD Bogotá 2024, recordó cada momento de su exitosa carrera deportiva que le ha permitido recibir este galardón en la máxima categoría.
La “Gaviota”, como se le conoce a la múltiple campeona mundial y única campeona olímpica de la juventud del patinaje de velocidad, se hizo merecedora a esta distinción gracias a sus tres medallas de oro y la medalla de bronce en los pasados World Skate Games de Italia 2024, y a las dos preseas doradas de los Juegos Bolivarianos del Bicentenario Ayacucho 2024. En el podio del deportista del año, Gabriela estuvo acompañada por Paula Aguirre de actividades subacuáticas, Chibcha de Plata, y Alfredo Quintana de bolos, Chibcha de Bronce.
Y en su mensaje entregado en esta ceremonia destacó dos de los más importantes logros del 2024, las medallas de oro conseguidas en los Bolivarianos. Y es que, en la pista de Cabo Verde, como una alquimista, Gabriela Isabel Rueda transformó sus lágrimas en dos valiosas medallas de oro, un brillo que ocultó su inmenso dolor y que iluminó el cielo desde donde su señor padre, Andelfo Rueda Guargati, la acompaña ahora.
Allí escribió con letras doradas la historia del significado del verdadero amor que une a un padre con su hija. Y para Gabriela, estas medallas superan todos los valiosos títulos en su carrera deportiva del patinaje de velocidad: campeona olímpica de la juventud, trece veces campeona mundial y las medallas de oro en los Juegos Bolivarianos, Juegos Panamericanos, Juegos Suramericanos y Juegos Panamericanos Júnior.
Gabriela, el 4 de diciembre, a pocas horas de viajar a Lima, Perú, para afrontar su compromiso con los Juegos Bolivarianos del Bicentenario, recibió la lamentable noticia del fallecimiento de su papá, y con el coraje y la valentía que siempre acompañan a esta pequeña guerrera, pero siempre grande en las pistas del mundo, transformó ese dolor en algo que siempre alegraba a don Andelfo: verla correr y triunfar sobre sus patines.
La “gaviota” asistió al sepelio de su padre y viajó de inmediato a tierra peruana, a donde llegó el 7 de diciembre a las 2 de la mañana y, doce horas después, sin entrenar y con el cansancio que deja el viaje y el dolor de la partida de su ser querido, a las 2 de la tarde, se embarcó en su primer objetivo: ganar la prueba de los 1.000 metros sprint.
Todo su equipo trabajó en la misma meta: verla cruzar primero para levantar sus manos y ofrecer con un beso ese triunfo a quien ahora la acompaña desde lo más alto. Y esas lágrimas que soltó al subir al podio se fueron transformando en el oro que colgó en su pecho.
Al siguiente día, en los 10.000 metros eliminación, de nuevo Gabriela repetiría su hazaña; olvidando el dolor de su alma y de su cuerpo, ganó su segunda presea dorada en los Juegos Bolivarianos del Bicentenario, medallas que se suman a su larga lista de triunfos, pero que ocupan un lugar muy especial en su corazón y recuerdo: dos oros que se unen a este premio, el Chibcha de Oro, en homenaje a su señor padre, don Andelfo Rueda Guargati.